Gestión ambiental post pandemia: si logramos mayor conciencia, habremos ganado terreno.
Una mirada al futuro nos invita a reflexionar en relación con las consecuencias y los desafíos que en materia social, económica y ambiental, debemos enfrentar a raíz de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), generada por el virus SRAS-CoV-2, que fue considerada como pandemia por la Organización Mundial de Salud desde el 11 de marzo de 2020, los cuales traen consigo la imperiosa necesidad de evaluar y restablecer conceptos y prácticas que nos permitan generar oportunidades para construir la “vida sostenible”, de la que tanto se ha hablado desde la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992.
Frente a las alarmantes cifras de contagios y la tasa de letalidad por el virus en todos los continentes, vimos como una gran cantidad de naciones, muchas de ellas potencias mundiales, comenzaron a adoptar medidas de mitigación extremas contra el virus, tales como la cuarentena, el aislamiento, el distanciamiento social y por último el cierre de fronteras y el confinamiento total.
Estas medidas, modificaron no solo nuestro estilo de vida, sino también la economía de los países y el ambiente en el cual nos desarrollamos. Fue así como, a las pocas semanas de iniciar las medidas de mitigación extremas, pudimos observar noticias en portales web y en redes sociales sobre el resultado de la disminución de acciones que generaban un impacto negativo al medio ambiente. Con esto, hago referencia, por ejemplo, a las noticias en las cuales se evidencia según la BBC la mayor caída en la emisión de CO2 de la que se tenga registro en la historia, el avistamiento de especies silvestres deambulando por las grandes urbes, las aguas cristalinas en los canales de Venecia, o la reducción del ruido sísmico, es decir, de las vibraciones que nuestras actividades diarias causan sobre la corteza terrestre, a causa de la quietud que tuvo el planeta.
En Colombia no fuimos ajenos a esta situación, y vimos como hubo mejoría en los índices de calidad del aire en las ciudades de Bogotá D.C., Medellín y Santiago de Cali, según evidencia una investigación de la ONG Greenpeace, y también, fuimos testigo, por citar un solo ejemplo, de cómo regresó el color azul y los delfines a las Playas del Rodadero, entre muchas otras noticias que antes eran casi imposible de apreciar.
Si bien lo anterior, es una situación positiva para el planeta, lo cierto es que los otros dos componentes del trinomio del desarrollo, es decir sociedad y economía, se han visto afectados tras la pandemia. Para el mes de mayo de 2020, el DANE reportó como una cifra histórica la tasa desempleo en el país, la cual se ubicó en el 21,4%, lo que se traduce en que cerca de 4’694.000 perdieron su empleo tras el confinamiento. Adicionalmente, entre otros efectos adversos para la economía, hubo un desplome abismal en los precios del petróleo, se disparó el precio de las divisas; en Colombia vimos como grandes empresas suspendieron la mayor parte de sus actividades, por ejemplo, las multinacionales Drummond, Cerrejón y Prodeco. Así mismo, miles de pequeñas microempresas nacionales se vieron obligadas a cerrar tras el desplome de la economía.
Pareciera pues, que la idea del equilibrio en las relaciones entre la economía, el ser humano y medio ambiente son muy remotas, pues cuando la situación económica y social se encuentran estables, se disminuye la capacidad de carga y de sostenibilidad del planeta; pero en estos meses, cuando el ambiente estuvo cobrando un respiro y la naturaleza recuperando sus espacios, vemos como la economía y los seres humanos se encuentran en escenarios adversos.
Conocemos que las medidas tomadas para mitigar el virus son temporales y que lo más probable es que una vez superemos esta pandemia, la mejora alcanzada en el medio ambiente desaparecerá, ya que volveremos a la aparente normalidad y las consecuencias de nuestras acciones seguirán teniendo el impacto negativo que normalmente tenían sobre nuestros recursos naturales, a menos que adoptemos comportamientos como Estados, como individuos y como sociedad, que nos lleven no solo a nivelar la economía, sino a restablecer conscientemente la relación armónica con el medio ambiente.
Mucho ha sido lo que se ha hablado de la anterior reflexión y como Corporación hemos sido testigo de ello, gracias a las invitaciones a múltiples cátedras dictadas por diversos sectores y hasta por el Papa Francisco, sobre este asunto. Lo cierto es que, como seres humanos debemos ser conscientes que nuestra vida fue modificada y con ella las acciones diarias que normalmente desarrollábamos.
En su alocución del 11 de marzo, el Director General de la OMS, Tedros Adhanom, resumió en cuatro esferas, la estrategia lanzada por esta organización para afrontar y superar el virus, en la cual la cuarta se denomina “Innovar y aprender”. Quiere esto decir que todos los que hacemos parte de los sectores que conforman el desarrollo sostenible, tenemos el deber de apropiarnos de los dos verbos mencionados anteriormente e iniciar a ejecutar acciones encaminadas a la recuperación de la economía mundial pero con verdadera gestión ambiental, es decir con efectivos planes y acciones que permitan conseguir lo planteado por el desarrollo sostenible, em pro de lograr un equilibrio adecuado para el desarrollo económico, crecimiento de la población, uso racional de los recursos y protección y conservación del ambiente.
En virtud de lo anterior, es la oportunidad perfecta generar cambios en el sistema, y migrar de un modelo de economía lineal a economía circular, una economía verde, impulsando la generación de energía a través de fuentes no convencionales como la solar, la eólica, el biogas (energías limpias y renovables), de orientar nuevos patrones de consumo por medio de la economía circular, de invertir recursos en la recuperación de fuentes hídricas, de promover sistemas de seguridad alimentaria saludables, entre otras diversas acciones con gestión ambiental que nos ayudaran a proteger el ambiente y los recursos naturales como fuente de la economía y de la salud humana.
Se trata de un asunto de apropiación, de conciencia y de la suma de acciones por pequeñas que sean, de que cada persona como ser humano piense que sus acciones son replicadas al mismo tiempo por millones de personas alrededor del mundo, y del impacto positivo que este comportamiento causa sobre la superficie de la tierra. Solo así habremos ganado terreno en esta batalla.
JESÚS LEÓN INSIGNARES
Director General