La historia del Día de la Tierra tiene sus raíces en la década del activismo en 1960. Las cuestiones ecológicas no se encontraban presentes en las agendas de los políticos de los Estados Unidos, a pesar de las campañas lideradas por el senador norteamericano Gaylord Nelson de Wisconsin.

 

En 1969, este legislador tuvo la idea de organizar una protesta a favor del ambiente tomando como modelo las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, y para ello reclutó al activista Denis Hayes para darle vida a un evento que les permitiera a los norteamericanos pronunciarse sobre la escaza conciencia existente en materia ambiental.

 

Fue así como el 22 de abril de 1970 más de 20 millones de norteamericanos se movilizaron para aumentar la escasa conciencia sobre la fragilidad del planeta. Este acto fue bautizado con el nombre del Día de la Tierra y puede considerarse como el nacimiento del moderno movimiento ecologista.

 

La presión social tuvo sus frutos y a finales de ese mismo año el Gobierno norteamericano creó la EPA (Agencia de Protección Ambiental), y los esfuerzos para mejorar la calidad del aire y el agua fueron ganando terreno político. Dos años después se celebró la primera cumbre mundial sobre medio ambiente: la Conferencia de Estocolmo.

 

 El “espíritu de Estocolmo” sirvió para sensibilizar, aunque insuficientemente, a los gobiernos y a la sociedad civil sobre la magnitud de los problemas que afectan al medio ambiente en que se desarrolla nuestra existencia, pero es indudable que el Plan de Acción y las recomendaciones emanadas de Estocolmo no se han traducido aún en una acción decidida.

 

En 1990 se organiza de nuevo el Día de la Tierra, esta vez en todo el mundo. La celebración fue todo un éxito: más de 1000 organizaciones no gubernamentales organizaron actos en 140 países y se estima que participaron más de 200 millones de personas.

 

Al igual que en la primera celebración, dos años después se escenificó otra macro cumbre mundial. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro de 1992, despertó grandes esperanzas y fue la mayor conferencia desarrollada hasta el momento, no sólo en número de participantes sino de asistencia de jefes de gobierno. Pero las expectativas no fueron satisfechas, perdiéndose una oportunidad única de iniciar un cambio de rumbo para construir un mundo más justo, seguro, próspero y sostenible.

 

 

Reconociendo que la Tierra y sus ecosistemas es nuestro hogar, en el 2009 la Asamblea General de la ONU designó el 22 de abril como el Día Internacional del la Madre Tierra a través de la resolución 63/278.

 

Al proclamar esta fecha la Asamblea reconoció que “Madre Tierra” es una expresión común en varios países y regiones, reflejando la interdependencia que existe entre los seres humanos, otras especies y el planeta que habitamos.

 

Hoy, 45 años después de aquel 22 de abril de 1970, las Naciones Unidas afirman que el Día Internacional de la Madre Tierra podría ser un momento decisivo para la causa medioambiental. No será un camino fácil pero sí el único para salvaguardar el futuro de nuestro planeta.

 

El Día Internacional de la Madre Tierra es un recordatorio de que nuestro planeta necesita que todos y cada uno de nosotros se comprometa con esta causa y contribuya a avanzar en la dirección correcta. Llegó el momento de asumir el liderazgo para que nuestros líderes puedan seguir nuestro ejemplo. Para muchos, el cambio climático es un problema lejano pero la realidad es que ya está afectando las vidas de comunidades enteras, animales y personas de todo el mundo.

 

Este 22 de abril es una oportunidad para impulsar el Día Internacional de la Madre Tierra y mostrar a nuestras comunidades y a nuestros líderes que queremos nuevas acciones encaminadas a luchar contra el cambio climático. Llegó la hora de tomar la iniciativa.

 

Para aquellos cuya conciencia ecologista se exterioriza en este 22 de abril, el Día de la Tierra anima a establecer  un compromiso público para realizar una acción relacionada con el medio ambiente.

Comprometerse incluye la promesa de educar a sus amigos y familiares sobre el calentamiento global o comprar productos ecológicos como bombillas para el ahorro de energía.

Compromisos como estos hacen parte de una iniciativa que tiene sus orígenes en la llamada Generación Verde, que marca la transición de la revolución industrial a la revolución verde.